Por Mauricio Ballesteros
Montar en globo está entre esas cosas que dicen que uno debe hacer en la vida, pero cuando la opción es volar más de 13 horas hacia Turquía, emprender otro largo desplazamiento hasta Capadocia y pagar unos 200 dólares por la experiencia, las posibilidades se van haciendo remotas.
El panorama cambia cuando la manera de hacerlo implica 4 horas y media en avión hasta Ciudad de México, 40 minutos en carro hasta Teotihuacán y un pago de 120 dólares en promedio. Así encontré una muy buena forma para cumplir este cometido, en una experiencia que resultó maravillosa.
Estar a las 5:00 a.m. en un carro camino a la llamada Ciudad de los Dioses en el noreste de CDMX, se recompensa a la llegada con un buen café mientras se cumple el proceso de extender y comenzar a echar aire a esa lona multicolor de unos 17 metros de diámetro por 23 metros de alto.
Luego aire caliente y comienza a erguirse de manera monumental esa figura de la cual pende una casta que te llevará a sobrevolar esas dos colosales pirámides del Sol y la Luna.
Se inicia en ascenso y un sentimiento de calma y tranquilidad, lejano a cualquier experiencia extrema, te inunda. La emoción sale a flote cuando al mirar a tu alrededor ves levantándose simultáneamente otros 18 o 20 colosos aerostáticos y multicolores que van llenando el cielo y el amanecer de Teotihuacán.
El viento desplaza el globo entre 40 minutos y una hora, el capitán regula el calor del aire para ir logrando la altura deseada, desde el globo se aprecian no solo las dos monumentales pirámides en todo su esplendor, sino el valle extenso de Teotihuacán, sus barrios por un lado y, por el otro, los ranchos, animales, cultivos, verde extenso.
A lo lejos, una capa gris densa da cuenta sobre dónde está ubicada la capital mexicana, ese halo de contaminación que se aprecia de lejos y que no viví ni padecí mientras la recorrí de diferentes maneras, siempre bajo un cielo azul y sol canicular que generaba un calor, según los locales, nunca antes sentido en la ciudad.
Luego, a meced del viento y con la pericia del capitán, comienza el descenso controlado y la búsqueda del mejor lugar para aterrizar. No puede ser en cualquier lado, el control es mínimo, si no es el sitio es necesario levantarse de nuevo, dejar que el viento disponga nuevamente hasta llegar al lugar indicado.
Aterrizaje perfecto y sin sobresaltos. Brindis con un buen vino espumoso para celebrar el éxito del vuelo en globo, una oración de agradecimiento que lo dice todo: “El viento te ha recibido con gentileza; el sol te ha bendecido con sus cálidas manos; has volado tan alto y tan bien, que Dios se ha unido a tu sonrisa, y te ha posado suavemente de nuevo, al divino regazo de la Madre Tierra.”
Una aventura que termina con el trabajo conjunto de tripulación, colabores y viajeros, recogiendo el globo, montándolo al transporte y regresando al punto de partida; para luego compartir un típico y delicioso desayuno buffet mexicano.