Por Sebastián Davies*
Realmente ser emprendedor o tener empresa en Colombia se ha tornando una tarea titánica. Solo apto para arriesgados o locos.
Incluso el que tiene un pequeño emprendimiento o una tienda de barrio se ve inundado de regulaciones y normativas que hacen que la actividad sea extremadamente costosa y más complicada de lo que debería.
Costos que no son directos de la producción o del servicios prestados sino que son cargas adicionales que nos distraen del principal objetivo de la empresa que es ser productivos para con eso poder subsistir.
Si encima le sumamos la carga impositiva que se tiene, que es otro tema para hablar largo y tendido, generar empresa y lo que esto implica (empleo, desarrollo bienestar, etc) se convierte en una actividad de osados.
Muchas veces normativas que son bien intencionadas en busca de aumentar la calidad muy necesaria de los servicios prestados o de restringir a esos con malas prácticas que en toda industria hay, pero que hacen en muchos casos distraernos del foco y hacer que no sea viable un buen proyecto.
Esta carga de normativas en vez de propiciar la buena empresa, genera que muchos se salgan del sistema aumentando terriblemente la informalidad, con todo lo que eso conlleva, competencia desleal, mayor evasión y baja calidad en los servicios.
Para eso están los controles y las entidades correspondientes de sancionar, ¡Pero solo nos controlan a los que estamos en el sistema! Nosotros somos los que estamos haciendo el esfuerzo de cumplir con todo. Pero si se nos pasa la regla A del inciso B del renglón 9 del decreto reglamentario X del año 40, somos los primeros sancionados. Y a los informales... ni se los visita.
Como alguna vez me daba como respuesta un agente de control ante esta inquietud, "...es que no los conocemos.. no sabemos donde están...". En conclusión si no están en el sistema (como no lo están los informales) no los controlan.
Estamos en una gran disyuntiva entre la necesidad de crear empresa (la cual trae empleo) y la de hacerlo con calidad cumpliendo con estándares.
Es verdad que hay que medir a todos con la misma vara, no sería justo si no fuera así, pero no es la misma realidad empresarial la de una multinacional de 10.000 funcionarios que la del un emprendimiento de cualquier ciudad del país con 4 personas tratando de salir a flote en una economía de por sí, difícil.
¿No será que hay que revisar las regulaciones haciéndolas mas equitativas? Tengamos presente que igualitario no es lo mismo que equitativo.
Soy un creyente que los grandes países son producto de las sociedades que buscan desarrollarse (en toda su amplitud) y un camino son los emprendimientos y pequeñas empresas o negocios que quieren crecer a las cuales no se las puede extinguir agobiándolas con normativas que en muchos de los casos se ponen para protegernos de las grandes abusivas.
Hay que ver al emprendimiento y la pequeña empresa como "el caballo que tira del carro".
* Sebastián Davies es argentino residenciado en Colombia. Trabaja como gerente de la agencia de viajes Boyacá Tours L'alianxa y es un destacado líder gremial.
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