El turismo en Colombia, otra vez a levantar vuelo

Durante los 51 días que duró la huelga de los pilotos de Avianca, Turismo a Tiempo se abstuvo de publicar noticias sobre el tema. Muchos nos reclamaron por ese silencio, pero fieles a nuestra vocación de hablar solo de turismo, consideramos que esta vez se trataba de un asunto interno de una compañía con conflictos laborales.
Pero ahora, que ya pasó lo que pasó, queremos referirnos al tema desde dos miradas.
Para empezar, hay que celebrar, como celebraron los gremios, que desde esta semana se comience a normalizar el volumen de vuelos de Avianca para que el sector, que se estaba asfixiando, vuelva a respirar.
Anato y Cotelco desde hace muchos días venían reclamando un acuerdo ante las cifras tan negativas que se registraron en septiembre y octubre. Los gremios no podían hacer nada salvo enviar esos mensajes, el Gobierno tal vez pudo hacer más pero tampoco hizo mucho. Así que la mayoría de empresarios del sector hicieron lo único que queda por hacer a veces: rezar. Y por fortuna se empieza a ver luz al final del túnel. Este lunes volvieron cerca de 500 pilotos y copilotos, aunque no empezarán a volar de inmediato y la normalización s tomará un mes largo, tal vez más.
Las ocupaciones de los hoteles cayeron de manera dramática. Los destinos vacacionales a los que se llega vía aérea fueron los más damnificados. Se cancelaron muchos viajes, la semana de receso fue terrible para el turismo, muchos eventos se dejaron de hacer o se hicieron en las condiciones mínimas… las pérdidas, literalmente, son incalculables. No entraremos a evaluar las cifras que han circulado pues son tantos ceros a la derecha que esto se escapa de cualquier análisis. Lo que perdió el sector turístico en estos 51 días está muy por encima de lo que un lector desprevenido pueda suponer.
Y eso nos lleva a concluir que no es viable un sector tan grande, tan promocionado y apoyado por el Gobierno Nacional, en el que 77 de cada 100 sillas estén bajo el control de una sola compañía. El 61.5% de los pasajeros que volaron en Colombia entre enero y julio lo hicieron en un avión de Avianca. Por 700 pilotos que entraron en “paro” salieron de la oferta 606.300 sillas. No se trata de hacer señalamientos ni repartir culpas. Simplemente queda claro que el mercado está muy concentrado y la capacidad de reacción de las demás aerolíneas ante una emergencia como la que ocurrió, es mínima.
Las aerolíneas de bandera, en su momento de gloria, estaban llamadas a multiplicar sus operaciones, aún en rutas que nos son habituales, para equilibrar el mercado. Pero Satena “pasó de agache” todo el tiempo y ni manera de culpar a sus directivos que con una flota tan pequeña no podían hacer mucho. Cómo nos soñábamos una aerolínea estatal grande, con capacidad diplomática para pedir aviones a otros gobiernos y contrarrestar la cancelación de vuelos. Pero no tenemos cómo. Y tampoco pudieron responder las aerolíneas comerciales. La segunda más grande en el país, que es Latam, tiene apenas el 16.6% de la torta.
Este Gobierno no creemos que vaya a hacer nada. Tiene otras angustias y un panorama electoral próximo que lo apremia. Pero ojalá el próximo Gobierno se ocupe del tema y proponga un modelo menos vulnerable ante estos riesgos.


La segunda reflexión, paradójicamente, tiene que ver con la victoria de la institucionalidad. La postura de Avianca, principalmente en los días finales de la huelga, fue definitiva. “Haremos lo que la ley defina”, repitieron Germán Efromovich y Hernán Rincón en todos los medios. Y había personas indignadas que exigían una negociación directa. Pero no fue así. Este país se acostumbró a que todo se arregla en un almuerzo entre dos personas que ostentan el poder del que dependen miles. La posición de la aerolínea no podía ser mejor. Acogerse al debido proceso y aplicar los beneficios y las sanciones que contempla la ley. Es que para eso se hacen las leyes, para que exista un marco regulador que diga cómo se debe proceder en cada caso. No puede ser que se critique al que defiende la aplicación de la ley y se proponga una solución que obligue a “saltarse” la legislación.
La definición de este caso para Avianca no se limita a su entorno laboral ni a la salvación de sus finanzas. Esa era su lucha y creemos que obtuvo una gran victoria. Pero más allá de eso, gana la institucionalidad sin haber aportado mucho. Gana la confianza inversionista en un momento en el que hay incertidumbre por la seguridad jurídica para los empresarios. Y se impone un mensaje que resulta ser un bálsamo para una sociedad incrédula y pesimista: “Ante un conflicto, nos acogemos a lo que diga la ley”.
Ahora sí, que aquellos que aplazaron sus vacaciones en estos meses las programen de nuevo. Que los que llevan tiempo sin visitar a sus amigos o familiares porque los tiquetes estaban costosos, vayan a darles vuelta. Que los que tenían dudas sobre sus paseos de fin de año, se decidan y hagan sus reservas pronto. El país tiene que pasar la página y el sector turístico merece un alivio después de tanta angustia.

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